Historias de anteayer

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Historias de anteayer:

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EL POETA Y EL INSTITUTO

Por: Emilio Farrujia de la Rosa

A poca distancia del instituto Cabrera Pinto se levanta, en la Plaza de la Junta
Suprema, sobre un pedestal de mármol, el busto retrato en bronce del poeta canario
José Tabares Bartlett, nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1850 y muerto en La
Laguna en 1921. Llegó a ser por dos veces alcalde de la ciudad de Aguere, y de él se ha
dicho como literato que es uno de los primeros de nuestros clásicos y uno de los
artífices de nuestra espiritualidad canaria.
Su escultura se halla a la sombra de una inmensa araucaria a la que tantas veces,
de niño y luego de joven, he visto cimbrearse sacudida por vientos de tormenta desde la
cercana casona de mi difunta abuela.
Muchos alumnos del instituto pasan diariamente junto al busto de Tabares sin
percatarse de su presencia, ni saber quién fue este poeta. Pero el desconocimiento no
debe de abochornarnos si no va unido al desdén o incluso al desprecio. Pues también he
visto, al cruzar al anochecer por la plaza, a jóvenes celebrando su botellón sin el más
mínimo cuidado por el entorno urbano, rodando y chocando sus monopatines contra la
base del pedestal; e incluso en la corta distancia he podido descubrir alguna pintada
obscena sobre el mármol.
Me contaba mi madre, y esto me lo ha confirmado mi añorado médico de
cabecera, don Acisclo Armas, a quien un desgraciado accidente de tráfico apartó del
ejercicio de su profesión, que cuando en su mocedad estudiaban en el instituto de
Canarias Cabrera Pinto, el profesor de Lengua y Literatura les hacía aprender de
memoria los versos de Tabares que hoy podemos leer bajo la efigie en bronce del poeta.
Pertenecen al poema titulado Retrato, el cual por cierto no ha sido considerado una de
sus mejores creaciones, pero a mí la segunda estrofa de este soneto que figura grabada
en el mármol, me parece muy hermosa y cargada de aquellas resonancias morales
propias de las máximas sublimes que nos legaron los filósofos clásicos. A continuación
la reproduzco:

(…)
tener para la ofensa recibida
pronto perdón, y olvido para el daño;
y siempre exento de maldad y engaño
llevar la frente por el mundo erguida
(…)

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